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lunes, 9 de diciembre de 2024

Socialismo o guerras de exterminio, destrucción del planeta por el control mundial neoliberal.

Por: Nikolás Friedman

Esto hay que entenderlo y analizarlo dialécticamente, las formas de producción neoliberales, que dan paso al neocolonialismo, así como las formas de control político de las masas por la clase dominante hegemónica del capitalismo. Ha cambiado sus características de producción y, por ende, de dominación, ya que sus superestructuras de dominación de clase no son verticales, país por país, como fueron en los siglos XIX y XX; ahora son horizontales a través de grupos económicos que se articulan, que controlan a países, continentes, es decir, son mundiales, usan las instituciones o pilares de sustentación del Estado neoliberal capitalista.

Es por esto que las formas de construcción política contrahegemónicas de las fuerzas revolucionarias son obsoletas; pierden su fuerza al poco andar ante el quehacer. La burguesía parasitaria, neoliberal les quitó la fuerza social al destruir la fábrica, ahora los trabajadores son una fuerza en constante disputa, pero sin pertenencia de clase, ni política, transformados en colaboradores o aliados estratégicos del capitalismo. Es más, reniegan de su condición de clase.

Entendiendo esto la clase dominante, al destruir la base social de la organización revolucionaria, al alienar el proletariado, que no es otra cosa que la fuerza motriz de los cambios, como fuerza revolucionaria en sí misma, por su condición de explotación. Los capitalistas anulan socialmente al proyecto revolucionario poniendo en jaque toda forma de construcción política contrahegemónica, reduciendo la lucha y construcción política popular a lo territorial, a la población solo como forma de resistencia y espasmos socioculturales de rebeldía que no disputan los espacios de poder con los capitalistas, ya que ahí no está el poder, ni la toma del poder para destruir al Estado desigual.

Tal vez la salvedad, pero en términos tácticos, si se quiere ver así, la negociación con alcaldes (el poder local, lo comunal), que solo permite espacios socioculturales y deportivos, y uno que otro semáforo en una esquina. Jamás los pobladores podrían manejar o determinar dónde usen los recursos económicos en beneficio de la población y lo que es más trágico, esos recursos son una forma de control y descomposición moral (corrupción) de los dirigentes poblacionales; es más, ahí no está el poder.

Lejos de disputar, terminas colaborando en términos de clase con los neoliberales-fascistas. Eso queda de manifiesto con los grupos culturales u organizaciones revolucionarias en las poblaciones o territorios que no son capaces de disputar los espacios de poder a las mafias corruptas de los alcaldes, al lumpen proletario, en sus formas de traficantes, extorsionadores, asaltantes, etc. Porque la clase dominante está décadas antes en pensamiento y acción que los revolucionarios que funcionan detrás de tal fecha o conmemoración.

Esto ocurre porque no existe un instrumento político u organización revolucionaria real (partido). Permitiendo a la clase dominante arrasar al país y, por cierto, al planeta, transformando a la fuerza motriz de los cambios en meros observadores pasivos de los abusos e injusticias políticas y sociales que nos están arrastrando al final como especie. Mientras la clase dominante se une con otras fuerzas estratégicas en el planeta, dando vida a la mal llamada globalización, que no es otra cosa que la mundialización de las economías, con lo cual han anulado los Estados nacionales, las fuerzas revolucionarias las ha dejado en jaque mate, arrasando y destruyendo al planeta.

El tártaro que actualmente envuelve al planeta no es impensado, no se desató de un día para otro, sin aviso. Todos los desastres que se desataban en la tierra apuntan a que la situación irá empeorando gravemente. Los capitalistas neoliberales, neocolonialistas que controlan todo y dirigen a las sociedades a nivel mundial, dejan de manifiesto que prefieren dejar al planeta inundado con aguas saladas, envuelto en llamas y olas de calor que podríamos freír huevos por las altas temperaturas. Antes que cambiar el rumbo para torcer el camino de la destrucción.

En consecuencia, esta es la tarea de la clase obrera, que no es otra cosa que sacarlos o revocarlos de sus cargos. Esta lucha (abarca todos los aspectos de una organización revolucionaria, lucha legal, semilegal y la lucha clandestina). Estas formas de organización deben ser parte esencial de la lucha de clases, ya que para los capitalistas, neoliberal-fascistas, su lógica mercantil es de tierra arrasada, depredada. Para cambiar esto, para sobrevivir como especie, los trabajadores necesitan, por una cuestión moral, una organización integral para la revolución.

No debemos olvidar que la tierra fue destruida por una explosión que causó la extinción de los dinosaurios, explosión en el ámbito causal del constante movimiento y atracción en el espacio, que luego de eso dio paso a un mega incendio que cubrió casi todo el planeta. Lo que ocurre ahora es que ese asteroide tiene nombre y apellido, se llama capitalismo: neoliberal, neocolonialista.

En la medida en que la destrucción del planeta avanza, las altas temperaturas y los patrones climáticos alterados cada vez son con más fuerza, pasando de incendios forestales a un infierno en la tierra, esto, décadas atrás, dejó de ser un problema estacional. De hecho, los mega-incendios eran en temporada de verano, pero eso dejó de ser así; hay incendios forestales en pleno invierno. Aparejado a esto, las sequías que pueden azotar a países por décadas, los incendios proliferan porque no hay nieve o precipitaciones.

Mientras la elite negacionista, fascista niega la destrucción del planeta o el clima, estos asesinos, sociales, mundiales optan por el combustible fósil, el principal responsable del calentamiento global. Las tendencias para todas las especies, incluido el hombre y el planeta, son  aterradoras en la medida en que aumentan las temperaturas, el suelo y la frondosidad se secan, aumentando los ambientes perfectos para megasequías, condiciones pulcras para los mega-incendios forestales.

Un estudio reciente de Environmental Research relacionó la aridez del medio ambiente en el oeste de Canadá y EE. UU. Con las 88 principales empresas productoras de carbono del mundo, la mayoría de las cuales son empresas de combustibles fósiles. El estudio encontró una relación directa entre su mayor producción y un aumento en el número y la gravedad de los incendios forestales en Norteamérica. La clase hegemónica o dominante, responsable directa de la destrucción del planeta, vive en una tierra paralela, estos no tienen ningún escrúpulo en obtener dividendos financieros mientras la clase trabajadora prácticamente vive en el infierno, mientras la clase dominante niega los hechos. Cuando hay una relación empírica concreta, directa entre la destrucción del planeta, los incendios forestales, las sequías, el derretimiento de los hielos, con la depredación de los recursos naturales generados por el neocolonialismo.

Negacionismo fascista, en todos los planos y abusos; acá un símbolo del fascismo negacionista, Elon Musk, un anticomunista, sionista, un adicto inmoral que sin vergüenza reconoce que consume drogas duras. El hombre más rico del mundo es nombrado por Trump, quien lo coloca como responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental, responsabilidad que tendrá en recortar el gasto público (reitero, al hombre más rico de la tierra, si no uno de ellos). Tendrá el poder en el Estado anglosajón fascista de reducir gastos en salud, educación, pobreza, etc. Medidas que irán en directo retroceso en la lucha contra el cambio climático o la destrucción del planeta.

Musk niega hechos verificados por la ciencia sobre el papel de la agricultura, el combustible fósil, etc., en el calentamiento global. Según un análisis reciente, publicado por la Acción Climática contra la Desinformación y la investigadora de desinformación Abbie Richards, miembro de la ONG Accelerationism Research Consortium, la cantidad de tuits con contenido de negacionismo climático aumentó semanalmente de 30.000 a casi 110 000, a partir de julio de 2022.

Los científicos corroboran que el nivel de abuso de los negacionistas climáticos ha aumentado desde que Musk asumió el cargo. Julia Steinberger, catedrática de economía ecológica en la Universidad de Lausana en Suiza, estima que ella bloqueó decenas de miles, si no cientos de miles de cuentas abusivas o negacionistas climáticas. "Las cosas definitivamente han empeorado desde que Musk asumió el control de (Twitter)", afirma.

No obstante, frente a esa realidad catastrófica, la clase dominante sigue pensando en la ganancia y sigue quemando combustible fósil, recortando los servicios públicos, reduciendo al Estado a una mínima expresión como si no hubiera futuro. Negando la vida a millones de seres humanos. Lo que significa que lo que es racional para la clase dominante es completamente irracional para el resto de la humanidad. Los poderes fácticos de la clase hegemónica entienden muy bien a ciencia cierta que a largo plazo están creando nuevas condiciones políticas de existencia en términos de clase, condenando a los trabajadores y sus hijos a vivir bajo otro dogma respecto al capital-trabajo, pero en este caso ellos decidirán quiénes viven y quiénes no, vendiéndonos el aire, mientras ellos vivirán en la luna, Marte, o un satélite artificial.

Mientras los contrahegemónicos (trabajadores) condenados en la Tierra, bajo incendios con 50 grados de calor, pagan por coexistir. Porque el raciocinio del capitalismo en su esencia fundamental es ir innovando en una búsqueda enfermiza para obtener ganancias a corto plazo. Los mega-incendios, los tornados, huracanes, las contaminaciones del agua, la tierra, el aire, y las inundaciones repentinas serán vistos como una nueva forma de emprendimiento, tal cual como se vieron con la esclavitud, el tráfico de drogas, armas, niños, mujeres, órganos, destrucción de países, etc. Mientras ocurre esto, la clase trabajadora, quien les da el poder gracias al voto, es quien está sufriendo las peores consecuencias de la destrucción del planeta.

De hecho, sin ir muy lejos en los años, El Financial Times, al informar sobre la ola de calor, publicó que “los expertos informaron que en una ola de calor de 2003 mató a hasta 70.000 personas, la mayoría de los que murieron eran seres humanos de bajos ingresos”. Más de una década después, esto se repite catastróficamente con el COVID-19, son los trabajadores, los pobres, los vulnerables (ancianos) quienes pagan y pierden sus vidas. De hecho, en Chile murieron más de 60 mil ciudadanos por el COVID. Como ocurrió con los obreros (médicos, auxiliares, etc.) que fueron enviados a trabajar sin equipamiento de protección individual en 2020. Esto ocurrió con los trabajadores de todo el planeta, quienes no tenían las protecciones para laborar por más de 2 o 3 días de trabajo.

Las magnitudes crecientes de la destrucción del planeta aumentan la probabilidad de impactos severos (no serán olas de calor, serán bombas de calor), generalizadas, constantes e irreversibles. Las destrucciones en vida misma, en el ecosistema, serán más comunes y el planeta sufrirá. Pero era una verdad dicha a gritos en casi todas las conferencias y encuentros mundiales estas últimas décadas pasadas, los encuentros por el “cambio climático”. Pero la desfachatez, la falta de empatía de la clase dominante mundial, no les interesa nada de esto; es más, se ha retirado de encuentros mundiales que apuntan a parar la destrucción del planeta. No han hecho nada para detener o debilitar la destrucción de la tierra, como si hubieran  comprado el edén; es más, no ofrecen planes de preparación para sus devastadoras consecuencias y en cada encuentro ambiental, de 10 participantes, 7 u 8 son operadores políticos, financieros y de representación de las multinacionales del combustible fósil.

La única voz que escuchan y siguen es por el impulso de las ganancias a corto plazo, mezclando esto con la reducción o eliminación de los costos sociales, rebajas en los salarios, en la educación, la salud, trabajos precarios, robo de los recursos dedicados a jubilaciones, alzas constantes en el agua, la electricidad, la locomoción, los alimentos, internet, etc., anulando a los Estados nacionales, mientras miles de millones de trabajadores pagarán la crisis terminal del capitalismo neoliberal con su muerte.

Porque nadie se está preparando para mejorar la infraestructura en preparación para lo ineludible y esto no tiene vuelta atrás. Los ricos esto lo tienen claro: que es inevitablemente por esto que esa conducta inmoral, fascista, irremediablemente traerá lo inevitable, la destrucción de la raza humana, al destruir al planeta, ya que estamos cortos en décadas, al hablar de cambio climático.

La vida de todos los seres vivientes se está convirtiendo en un infierno bajo el capitalismo, neoliberal, mientras que los políticos-empresarios anglosajones, fascistas y sionistas (los del norte) se reúnen con los directivos de las corporaciones en sus rascacielos, en sus salas construidas por obreros. Muy bien ventiladas y refrigeradas por aire acondicionado para impulsar “acuerdos climáticos”, pero para los medios, década tras década, año tras año, encuentro tras otro, para nada, mientras el resto del mundo (los del sur) resisten, pero se está quemando. Tan pronto como terminan sus encuentros de “compromisos climáticos” se sacan fotos, dan entrevistas ante los medios masivos de desinformación, pero son desechados si van en confrontación de sus intereses económicos espurios, que se encuentran por sobre miles de millones de seres vivos.

Frente a esto, los revolucionarios destacamos una y otra vez que no podemos planificar lo que no controlamos, eso es anticientífico, antidiálectico, porque no podemos controlar lo que no ostentamos, lo que no poseemos. Y lo que no tenemos es el poder, el control del Estado, un Estado-comunitario para nuestros objetivos de desarrollo. No podemos hablar en usar suministro de energía, construir escuelas, hospitales, viviendas, acceder a trabajos bien pagados (como debe ser), construir estructuras socio-culturales y deportivas en las cuales los ciudadanos puedan vivir y desarrollarse armónicamente con la naturaleza, si la clase dominante piensa en obtener ganancias con estas estructuras de desarrollo integral.

Si la burguesía capitalista tuviera el atrevimiento de cambiar a fuentes de energía limpia, esto para ellos no sería rentable, así como la infraestructura para este cambio no existe. Se necesitaría de una planificación integral internacional, pero bajo el yugo del fascismo internacional, el imperialismo estadounidense jamás permitirá esto. Así como debemos destacar con fuerza que los días del imperialismo fascista estadounidense están jaqueados por las naciones emergentes, esto lo hace más peligroso, más beligerante y genocida.

Ahí está el conflicto de Ucrania-nazi, país usado por los anglosajones fascistas para debilitar a Rusia para así atacarlo. Al no lograr estos objetivos geopolíticos, los fascistas irrumpen en Siria, articulando nuevamente al Estado Islámico, con sus variantes integristas. Estos, fortalecidos, fuertemente armados, pero profundamente divididos en fracciones religiosas o políticas (dependiendo de qué amo pague más lucharán), lo que implicará que esas contradicciones terminen en conflagraciones sangrientas dividiendo al país en varias partes, tal cual como ocurrió con Libia usando la estrategia de guerra relámpago, que impulsaron los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

Ahora aparecen operando con diferentes nombres o banderas, pero es la CIA, el Mossad, Turquía o la OTAN, quienes atacan a Siria para crear un equilibrio estratégico en el Medio Oriente a favor de los anglosajones, fascistas y sionistas; así debilitarán a Rusia en la región. Es más, la bandera de Siria fue reemplazada por la que usaban luego de su independencia de los imperialistas, fascistas franceses, que significa nacionalismo, al contrario de la que se usó desde 1963 hasta 2024, que significaba, el deseo de unidad de todas las naciones árabes.

Es la misma canción de guerra de los fascistas o estrategias de guerras asimétricas, como ha quedado de manifiesto con la destrucción de países exportadores de petróleo para luego apoderarse de sus recursos, arrastrados a guerras sangrientas por el control de los combustibles fósiles. Controlando a países y continentes enteros en la dependencia, el hambre y la muerte. Solo para garantizar su propia “seguridad energética”, de hecho, si los anglosajones-sionistas (guerreristas-fascistas) que están detrás de la OTAN, quienes usan al Estado Islámico, Ucrania-nazi, etc., como caballo de Troya, estos están condenados al fracaso. Pueden tener éxitos parciales, temporales, pero eso es todo, las fuerzas reaccionarias fascistas y nazis, serán derrotadas estratégicamente primero por sus propias contradicciones de rapiña, segundo, por los pueblos en armas.

En la operación especial que debió impulsar Rusia para detener el genocidio de las minorías rusas por parte de los nazis-ucranianos (armados, entrenados y financiados por la OTAN), este conflicto ayudó a aumentar los precios de los combustibles (fortaleciendo precisamente a Rusia), pero ha sumergido al planeta en la especulación financiera, con el alza de los alimentos, remedios, inflación, etc., y del dólar, moneda que los Estados nacionales subvencionan a costa del hambre de los pueblos.

Sin entender esto es imposible realizar cambios territoriales, parciales, comunales, regionales, o globales que frenen la destrucción del planeta. Para cambiar el rumbo de la destrucción mundial, es necesario que los pueblos controlen y manejen la energía en todas sus formas, el agua, las empresas estratégicas de infraestructura, los recursos naturales y, por cierto, la banca debe ser totalmente comunitaria, al servicio de los pueblos y su desarrollo integral. A través de su liberalización y democratización (nacionalización), controlada y operada con un sentido social, no pensando en ganancia. Para que funcione bajo dos ámbitos rectores: uno, salvar al planeta, y dos, su razón de vida, su esencia social debe estar al servicio del interés de la sociedad y el bienestar de los pueblos.

En consecuencia, los efectos de la destrucción del planeta están presentes todos los días entre nosotros. El planeta está literalmente ardiendo, secándose, hundiéndose por el derretimiento de las nieves eternas por las políticas neoliberales-capitalistas que han creado estos veranillos infernales para la gente común, pero este calor del tártaro solo se volverá más severo en los próximos años. Tenemos que aplastar urgentemente este sistema.

De la Editorial

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