Esto hay que entenderlo y analizarlo dialécticamente,
las formas de producción neoliberales, que dan paso al neocolonialismo, así
como las formas de control político de las masas por la clase dominante
hegemónica del capitalismo. Ha cambiado sus características de producción y,
por ende, de dominación, ya que sus superestructuras de dominación de clase no
son verticales, país por país, como fueron en los siglos XIX y XX; ahora son
horizontales a través de grupos económicos que se articulan, que controlan a países,
continentes, es decir, son mundiales, usan las instituciones o pilares de
sustentación del Estado neoliberal capitalista.
Es por esto que las formas de construcción política
contrahegemónicas de las fuerzas revolucionarias son obsoletas; pierden su fuerza
al poco andar ante el quehacer. La burguesía parasitaria, neoliberal les quitó
la fuerza social al destruir la fábrica, ahora los trabajadores son una fuerza
en constante disputa, pero sin pertenencia de clase, ni política, transformados
en colaboradores o aliados estratégicos del capitalismo. Es más, reniegan de su
condición de clase.
Entendiendo esto la clase dominante, al destruir la
base social de la organización revolucionaria, al alienar el proletariado, que
no es otra cosa que la fuerza motriz de los cambios, como fuerza revolucionaria
en sí misma, por su condición de explotación. Los capitalistas anulan
socialmente al proyecto revolucionario poniendo en jaque toda forma de
construcción política contrahegemónica, reduciendo la lucha y construcción
política popular a lo territorial, a la población solo como forma de
resistencia y espasmos socioculturales de rebeldía que no disputan los espacios
de poder con los capitalistas, ya que ahí no está el poder, ni la toma del
poder para destruir al Estado desigual.
Tal vez la salvedad, pero en términos tácticos, si se
quiere ver así, la negociación con alcaldes (el poder local, lo comunal), que
solo permite espacios socioculturales y deportivos, y uno que otro semáforo en
una esquina. Jamás los pobladores podrían manejar o determinar dónde usen los
recursos económicos en beneficio de la población y lo que es más trágico, esos
recursos son una forma de control y descomposición moral (corrupción) de los
dirigentes poblacionales; es más, ahí no está el poder.
Lejos de disputar, terminas colaborando en términos de
clase con los neoliberales-fascistas. Eso queda de manifiesto con los grupos
culturales u organizaciones revolucionarias en las poblaciones o territorios
que no son capaces de disputar los espacios de poder a las mafias corruptas de
los alcaldes, al lumpen proletario, en sus formas de traficantes,
extorsionadores, asaltantes, etc. Porque la clase dominante está décadas antes
en pensamiento y acción que los revolucionarios que funcionan detrás de tal fecha
o conmemoración.
Esto ocurre porque no existe un instrumento político u
organización revolucionaria real (partido). Permitiendo a la clase dominante
arrasar al país y, por cierto, al planeta, transformando a la fuerza motriz de
los cambios en meros observadores pasivos de los abusos e injusticias políticas
y sociales que nos están arrastrando al final como especie. Mientras la clase
dominante se une con otras fuerzas estratégicas en el planeta, dando vida a la
mal llamada globalización, que no es otra cosa que la mundialización de las
economías, con lo cual han anulado los Estados nacionales, las fuerzas
revolucionarias las ha dejado en jaque mate, arrasando y destruyendo al
planeta.
El tártaro que actualmente envuelve al planeta no es
impensado, no se desató de un día para otro, sin aviso. Todos los desastres que
se desataban en la tierra apuntan a que la situación irá empeorando gravemente.
Los capitalistas neoliberales, neocolonialistas que controlan todo y dirigen a
las sociedades a nivel mundial, dejan de manifiesto que prefieren dejar al
planeta inundado con aguas saladas, envuelto en llamas y olas de calor que
podríamos freír huevos por las altas temperaturas. Antes que cambiar el rumbo
para torcer el camino de la destrucción.
En consecuencia, esta es la tarea de la clase obrera,
que no es otra cosa que sacarlos o revocarlos de sus cargos. Esta lucha (abarca
todos los aspectos de una organización revolucionaria, lucha legal, semilegal y
la lucha clandestina). Estas formas de organización deben ser parte esencial de
la lucha de clases, ya que para los capitalistas, neoliberal-fascistas, su
lógica mercantil es de tierra arrasada, depredada. Para cambiar esto, para
sobrevivir como especie, los trabajadores necesitan, por una cuestión moral,
una organización integral para la revolución.
No debemos olvidar que la tierra fue destruida por una
explosión que causó la extinción de los dinosaurios, explosión en el ámbito
causal del constante movimiento y atracción en el espacio, que luego de eso dio
paso a un mega incendio que cubrió casi todo el planeta. Lo que ocurre ahora es
que ese asteroide tiene nombre y apellido, se llama capitalismo: neoliberal,
neocolonialista.
En la medida en que la destrucción del planeta avanza,
las altas temperaturas y los patrones climáticos alterados cada vez son con más
fuerza, pasando de incendios forestales a un infierno en la tierra, esto,
décadas atrás, dejó de ser un problema estacional. De hecho, los mega-incendios
eran en temporada de verano, pero eso dejó de ser así; hay incendios forestales
en pleno invierno. Aparejado a esto, las sequías que pueden azotar a países por
décadas, los incendios proliferan porque no hay nieve o precipitaciones.
Mientras la elite negacionista, fascista niega la
destrucción del planeta o el clima, estos asesinos, sociales, mundiales optan
por el combustible fósil, el principal responsable del calentamiento global.
Las tendencias para todas las especies, incluido el hombre y el planeta, son
aterradoras en la medida en que aumentan las temperaturas, el suelo y la
frondosidad se secan, aumentando los ambientes perfectos para megasequías,
condiciones pulcras para los mega-incendios forestales.
Un estudio reciente de Environmental Research
relacionó la aridez del medio ambiente en el oeste de Canadá y EE. UU. Con las
88 principales empresas productoras de carbono del mundo, la mayoría de las
cuales son empresas de combustibles fósiles. El estudio encontró una relación
directa entre su mayor producción y un aumento en el número y la gravedad de
los incendios forestales en Norteamérica. La clase hegemónica o dominante,
responsable directa de la destrucción del planeta, vive en una tierra paralela,
estos no tienen ningún escrúpulo en obtener dividendos financieros mientras la
clase trabajadora prácticamente vive en el infierno, mientras la clase
dominante niega los hechos. Cuando hay una relación empírica concreta, directa
entre la destrucción del planeta, los incendios forestales, las sequías, el
derretimiento de los hielos, con la depredación de los recursos naturales
generados por el neocolonialismo.
Negacionismo fascista, en todos los planos y abusos;
acá un símbolo del fascismo negacionista, Elon Musk, un anticomunista,
sionista, un adicto inmoral que sin vergüenza reconoce que consume drogas
duras. El hombre más rico del mundo es nombrado por Trump, quien lo coloca como
responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental, responsabilidad que
tendrá en recortar el gasto público (reitero, al hombre más rico de la tierra,
si no uno de ellos). Tendrá el poder en el Estado anglosajón fascista de
reducir gastos en salud, educación, pobreza, etc. Medidas que irán en directo
retroceso en la lucha contra el cambio climático o la destrucción del planeta.
Musk niega hechos verificados por la ciencia sobre el
papel de la agricultura, el combustible fósil, etc., en el calentamiento
global. Según un análisis reciente, publicado por la Acción Climática contra la
Desinformación y la investigadora de desinformación Abbie Richards, miembro de
la ONG Accelerationism Research Consortium, la cantidad de tuits con contenido
de negacionismo climático aumentó semanalmente de 30.000 a casi 110 000, a
partir de julio de 2022.
Los científicos corroboran que el nivel de abuso de
los negacionistas climáticos ha aumentado desde que Musk asumió el cargo. Julia
Steinberger, catedrática de economía ecológica en la Universidad de Lausana en
Suiza, estima que ella bloqueó decenas de miles, si no cientos de miles de
cuentas abusivas o negacionistas climáticas. "Las cosas definitivamente han
empeorado desde que Musk asumió el control de (Twitter)", afirma.
No obstante, frente a esa realidad catastrófica, la
clase dominante sigue pensando en la ganancia y sigue quemando combustible
fósil, recortando los servicios públicos, reduciendo al Estado a una mínima
expresión como si no hubiera futuro. Negando la vida a millones de seres
humanos. Lo que significa que lo que es racional para la clase dominante es
completamente irracional para el resto de la humanidad. Los poderes fácticos de
la clase hegemónica entienden muy bien a ciencia cierta que a largo plazo están
creando nuevas condiciones políticas de existencia en términos de clase,
condenando a los trabajadores y sus hijos a vivir bajo otro dogma respecto al
capital-trabajo, pero en este caso ellos decidirán quiénes viven y quiénes no,
vendiéndonos el aire, mientras ellos vivirán en la luna, Marte, o un satélite
artificial.
Mientras los contrahegemónicos (trabajadores)
condenados en la Tierra, bajo incendios con 50 grados de calor, pagan por coexistir.
Porque el raciocinio del capitalismo en su esencia fundamental es ir innovando
en una búsqueda enfermiza para obtener ganancias a corto plazo. Los
mega-incendios, los tornados, huracanes, las contaminaciones del agua, la
tierra, el aire, y las inundaciones repentinas serán vistos como una nueva
forma de emprendimiento, tal cual como se vieron con la esclavitud, el tráfico
de drogas, armas, niños, mujeres, órganos, destrucción de países, etc. Mientras
ocurre esto, la clase trabajadora, quien les da el poder gracias al voto, es
quien está sufriendo las peores consecuencias de la destrucción del planeta.
De hecho, sin ir muy lejos en los años, El Financial
Times, al informar sobre la ola de calor, publicó que “los expertos informaron
que en una ola de calor de 2003 mató a hasta 70.000 personas, la mayoría de los
que murieron eran seres humanos de bajos ingresos”. Más de una década después,
esto se repite catastróficamente con el COVID-19, son los trabajadores, los
pobres, los vulnerables (ancianos) quienes pagan y pierden sus vidas. De hecho,
en Chile murieron más de 60 mil ciudadanos por el COVID. Como ocurrió con los
obreros (médicos, auxiliares, etc.) que fueron enviados a trabajar sin
equipamiento de protección individual en 2020. Esto ocurrió con los
trabajadores de todo el planeta, quienes no tenían las protecciones para
laborar por más de 2 o 3 días de trabajo.
Las magnitudes crecientes de la destrucción del
planeta aumentan la probabilidad de impactos severos (no serán olas de calor,
serán bombas de calor), generalizadas, constantes e irreversibles. Las
destrucciones en vida misma, en el ecosistema, serán más comunes y el planeta
sufrirá. Pero era una verdad dicha a gritos en casi todas las conferencias y
encuentros mundiales estas últimas décadas pasadas, los encuentros por el
“cambio climático”. Pero la desfachatez, la falta de empatía de la clase
dominante mundial, no les interesa nada de esto; es más, se ha retirado de
encuentros mundiales que apuntan a parar la destrucción del planeta. No han hecho
nada para detener o debilitar la destrucción de la tierra, como si
hubieran comprado el edén; es más, no ofrecen planes de preparación para
sus devastadoras consecuencias y en cada encuentro ambiental, de 10
participantes, 7 u 8 son operadores políticos, financieros y de representación
de las multinacionales del combustible fósil.
La única voz que escuchan y siguen es por el impulso
de las ganancias a corto plazo, mezclando esto con la reducción o eliminación
de los costos sociales, rebajas en los salarios, en la educación, la salud,
trabajos precarios, robo de los recursos dedicados a jubilaciones, alzas
constantes en el agua, la electricidad, la locomoción, los alimentos, internet,
etc., anulando a los Estados nacionales, mientras miles de millones de
trabajadores pagarán la crisis terminal del capitalismo neoliberal con su
muerte.
Porque nadie se está preparando para mejorar la
infraestructura en preparación para lo ineludible y esto no tiene vuelta atrás.
Los ricos esto lo tienen claro: que es inevitablemente por esto que esa
conducta inmoral, fascista, irremediablemente traerá lo inevitable, la
destrucción de la raza humana, al destruir al planeta, ya que estamos cortos en
décadas, al hablar de cambio climático.
La vida de todos los seres vivientes se está
convirtiendo en un infierno bajo el capitalismo, neoliberal, mientras que los
políticos-empresarios anglosajones, fascistas y sionistas (los del norte) se
reúnen con los directivos de las corporaciones en sus rascacielos, en sus salas
construidas por obreros. Muy bien ventiladas y refrigeradas por aire
acondicionado para impulsar “acuerdos climáticos”, pero para los medios, década
tras década, año tras año, encuentro tras otro, para nada, mientras el resto
del mundo (los del sur) resisten, pero se está quemando. Tan pronto como
terminan sus encuentros de “compromisos climáticos” se sacan fotos, dan
entrevistas ante los medios masivos de desinformación, pero son desechados si
van en confrontación de sus intereses económicos espurios, que se encuentran
por sobre miles de millones de seres vivos.
Frente a esto, los revolucionarios destacamos una y
otra vez que no podemos planificar lo que no controlamos, eso es
anticientífico, antidiálectico, porque no podemos controlar lo que no
ostentamos, lo que no poseemos. Y lo que no tenemos es el poder, el control del
Estado, un Estado-comunitario para nuestros objetivos de desarrollo. No podemos
hablar en usar suministro de energía, construir escuelas, hospitales,
viviendas, acceder a trabajos bien pagados (como debe ser), construir
estructuras socio-culturales y deportivas en las cuales los ciudadanos puedan
vivir y desarrollarse armónicamente con la naturaleza, si la clase dominante
piensa en obtener ganancias con estas estructuras de desarrollo integral.
Si la burguesía capitalista tuviera el atrevimiento de
cambiar a fuentes de energía limpia, esto para ellos no sería rentable, así
como la infraestructura para este cambio no existe. Se necesitaría de una
planificación integral internacional, pero bajo el yugo del fascismo
internacional, el imperialismo estadounidense jamás permitirá esto. Así como
debemos destacar con fuerza que los días del imperialismo fascista
estadounidense están jaqueados por las naciones emergentes, esto lo hace más
peligroso, más beligerante y genocida.
Ahí está el conflicto de Ucrania-nazi, país usado por
los anglosajones fascistas para debilitar a Rusia para así atacarlo. Al no
lograr estos objetivos geopolíticos, los fascistas irrumpen en Siria,
articulando nuevamente al Estado Islámico, con sus variantes integristas.
Estos, fortalecidos, fuertemente armados, pero profundamente divididos en
fracciones religiosas o políticas (dependiendo de qué amo pague más lucharán),
lo que implicará que esas contradicciones terminen en conflagraciones
sangrientas dividiendo al país en varias partes, tal cual como ocurrió con
Libia usando la estrategia de guerra relámpago, que impulsaron los nazis en la
Segunda Guerra Mundial.
Ahora aparecen operando con diferentes nombres o
banderas, pero es la CIA, el Mossad, Turquía o la OTAN, quienes atacan a Siria
para crear un equilibrio estratégico en el Medio Oriente a favor de los
anglosajones, fascistas y sionistas; así debilitarán a Rusia en la región. Es
más, la bandera de Siria fue reemplazada por la que usaban luego de su
independencia de los imperialistas, fascistas franceses, que significa
nacionalismo, al contrario de la que se usó desde 1963 hasta 2024, que
significaba, el deseo de unidad de todas las naciones árabes.
Es la misma canción de guerra de los fascistas o
estrategias de guerras asimétricas, como ha quedado de manifiesto con la
destrucción de países exportadores de petróleo para luego apoderarse de sus
recursos, arrastrados a guerras sangrientas por el control de los combustibles
fósiles. Controlando a países y continentes enteros en la dependencia, el
hambre y la muerte. Solo para garantizar su propia “seguridad energética”, de
hecho, si los anglosajones-sionistas (guerreristas-fascistas) que están detrás
de la OTAN, quienes usan al Estado Islámico, Ucrania-nazi, etc., como caballo
de Troya, estos están condenados al fracaso. Pueden tener éxitos parciales,
temporales, pero eso es todo, las fuerzas reaccionarias fascistas y nazis,
serán derrotadas estratégicamente primero por sus propias contradicciones de
rapiña, segundo, por los pueblos en armas.
En la operación especial que debió impulsar Rusia para
detener el genocidio de las minorías rusas por parte de los nazis-ucranianos
(armados, entrenados y financiados por la OTAN), este conflicto ayudó a
aumentar los precios de los combustibles (fortaleciendo precisamente a Rusia),
pero ha sumergido al planeta en la especulación financiera, con el alza de los
alimentos, remedios, inflación, etc., y del dólar, moneda que los Estados
nacionales subvencionan a costa del hambre de los pueblos.
Sin entender esto es imposible realizar cambios
territoriales, parciales, comunales, regionales, o globales que frenen la
destrucción del planeta. Para cambiar el rumbo de la destrucción mundial, es
necesario que los pueblos controlen y manejen la energía en todas sus formas,
el agua, las empresas estratégicas de infraestructura, los recursos naturales
y, por cierto, la banca debe ser totalmente comunitaria, al servicio de los
pueblos y su desarrollo integral. A través de su liberalización y
democratización (nacionalización), controlada y operada con un sentido social,
no pensando en ganancia. Para que funcione bajo dos ámbitos rectores: uno,
salvar al planeta, y dos, su razón de vida, su esencia social debe estar al servicio
del interés de la sociedad y el bienestar de los pueblos.
En consecuencia, los efectos de la destrucción del
planeta están presentes todos los días entre nosotros. El planeta está
literalmente ardiendo, secándose, hundiéndose por el derretimiento de las
nieves eternas por las políticas neoliberales-capitalistas que han creado estos
veranillos infernales para la gente común, pero este calor del tártaro solo se
volverá más severo en los próximos años. Tenemos que aplastar urgentemente este
sistema.
De la Editorial